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La silenciosa infección por el virus de la hepatitis C

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Introducción

La hepatitis C es una enfermedad infecciosa producida por el virus de la hepatitis C (VHC) que afecta principalmente al hígado. La infección puede ser aguda o crónica, y en algunos casos, la enfermedad puede ser asintomática durante décadas. Es importante destacar que la hepatitis C es una enfermedad silenciosa, es decir, no presenta síntomas en su fase inicial. A pesar de su gravedad, muchas personas desconocen que la padecen.

Agente causal

El virus de la hepatitis C, perteneciente a la familia Flaviviridae, es un virus de ARN (ácido ribonucleico) que se replica en las células hepáticas. El genoma viral presenta una alta variabilidad y la existencia de distintos genotipos y subtipos dificultan el diagnóstico y el tratamiento de la enfermedad.

Formas de transmisión

La hepatitis C se propaga de una persona a otra mediante el contacto con sangre infectada. Las formas más frecuentes de transmisión incluyen el uso compartido de agujas contaminadas, prácticas sexuales inseguras y la transfusión de sangre y derivados antes de los años 90, ya que actualmente las donaciones de sangre se analizan en busca de anticuerpos contra VHC.

Es importante destacar que no se transmite por el contacto cotidiano, como los besos, el abrazo, compartir cubertería, vasos o platos. Tampoco se transmite a través de la leche materna ni en los partos vaginales, aunque sí se recomienda evitar la lactancia materna si la madre tiene hepatitis C.

Síntomas

Como se mencionó anteriormente, es común que la hepatitis C no presente síntomas en su fase inicial, lo que dificulta su diagnóstico. Cuando aparecen, los síntomas más frecuentes suelen ser los siguientes:

  • Fiebre
  • Fatiga
  • Pérdida de apetito
  • Náuseas y vómitos
  • Dolor abdominal
  • Orina oscura
  • Heces claras

Es importante destacar que estos síntomas pueden confundirse con los de otras enfermedades, por lo que se recomienda realizar análisis de sangre para detectar la hepatitis C en caso de haber tenido factores de riesgo.

Diagnóstico

El diagnóstico de la hepatitis C se realiza a través de un análisis de sangre que detecta la presencia de anticuerpos contra el virus y, en caso positivo, se realiza un análisis de carga viral, que mide la cantidad de virus en la sangre. Una vez confirmado el diagnóstico, es necesario determinar el genotipo del virus para decidir el tratamiento adecuado.

Prevención

La forma más efectiva de prevenir la hepatitis C es evitar el contacto con sangre infectada. Algunas recomendaciones para prevenir la infección son:

  • No compartir jeringuillas y otros objetos punzocortantes, como cuchillas de afeitar o cepillos de dientes, para evitar el riesgo de transmisión por vía sanguínea.
  • Utilizar preservativo en todas las relaciones sexuales.
  • Someterse a chequeos médicos previos a cualquier cirugía y verificar que se utilicen instrumentos esterilizados.
  • No donar sangre si se ha sido diagnosticado con hepatitis C.
  • Las mujeres embarazadas deben realizarse análisis de sangre para detectar hepatitis C, ya que la transmisión vertical de madre a hijo es poco frecuente pero no imposible.

Tratamiento

El tratamiento de la hepatitis C ha evolucionado mucho en los últimos años. Actualmente se utilizan antivirales de acción directa que producen tasas de curación superiores al 95% en la mayoría de los casos. Estos medicamentos son muy efectivos y presentan escasos efectos secundarios. Además, reducen significativamente el riesgo de complicaciones graves, como la cirrosis hepática y el cáncer de hígado.

Conclusiones

La hepatitis C es una enfermedad infecciosa producida por el virus de la hepatitis C. Es una enfermedad silenciosa que puede afectar gravemente la salud del hígado, pero que en muchos casos no presenta síntomas en su fase inicial. Como medida preventiva, se recomienda evitar el contacto con sangre infectada y realizar chequeos médicos periódicos para detectar la enfermedad a tiempo. Actualmente, el tratamiento de la enfermedad ha evolucionado mucho y es muy efectivo.